Azota al enemigo con certeza, con el arma que le hará caer,
con la fuerza para lograr que no se levante de nuevo, con la celeridad de quien
va en camino a un tesoro. Prepárate para la gloriosa oportunidad en que serás
bendecido con la faz de tu enemigo frente a la tuya, para ser aniquilado
irrevocablemente. Despeja los caminos que lo llevarán a la encrucijada de la
cual no tendrá retorno. Ama la guerra en contra de todas las limitaciones
impuestas al Espíritu, y hazte de armas que nadie pueda arrebatarte. Odia al
enemigo, pues en él están tus trabas; elimínalo pronto si verdaderamente amas
la libertad.
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